El concepto de hormesis, ampliamente estudiado en biología evolutiva, lo podemos extrapolar al espectro de la salud y se definiría como la exposición a un estrés ambiental moderado, la cual puede provocar importantes cambios evolutivos.
Veamos sus implicaciones y su potencial para nuestra salud a corto y largo plazo.
Historia del concepto de hormesis
Aunque ha sido en las últimas décadas cuando este concepto ha empezado a expandir su interés entre los científicos, lo cierto es que su base teórica data de finales del siglo XIX, momento en el que el farmacólogo alemán Hugo Schulz comenzó a experimentar sobre la respuesta de determinadas levaduras a distintos químicos.
En dicha investigación, se reveló la capacidad de un organismo para responder a ese daño, en este caso inducido por agentes tóxicos, y adaptarse, aumentando su resistencia a los mismos. Esta es la base de lo que hoy conocemos como hormesis.
Desde entonces, y sobre todo en los últimos años, han proliferado los estudios sobre la hormesis, no solo en seres vivos, sin también en animales, plantas e incluso bacterias. Y es que son muchas las áreas en las que este concepto tiene un impacto muy importante:
- La citada toxicología
- Farmacología, donde se buscan los valores de tolerancia, así como de máximo rendimiento de los principios activos.
- Ciencia del ejercicio
- Áreas biomédicas como la biogerontología, que estudia el envejecimiento desde un punto de vista molecular y genético o la neurociencia, especialmente en el ámbito de las enfermedades neurodegenerativas.
Y es que para la ciencia hoy parece claro que el estrés ambiental ha sido una fuerza impulsora clave en la evolución, induciendo en los seres vivos respuestas genéticas y moleculares de múltiples tipos. Eso sí, hablamos siempre de eventos de estrés moderado, ahí está el punto clave de la hormesis, ya que por encima de determinados valores según qué estresor, los efectos serán perniciosos e irreversibles y en ese caso no estaríamos ante procesos de hormesis.
Principales estresores horméticos
Entre los estresores más estudiados, estando muchos de ellos presentes en el día a día de la mayoría de individuos, encontramos:
- Frío
- Calor
- Ejercicio
- Restricción alimentaria
- Antibióticos
- Hipoxia
- Radiación
- Contaminantes ambientales y otros químicos
Asimismo, entre otras, se han descubierto distintos tipos de respuestas horméticas que involucran la expresión de:
- Un tipo de proteínas celulares denominadas chaperonas
- Enzimas antioxidantes
- Factores de crecimiento
- Metalotioneínas, otro tipo de proteínas celulares vinculadas a los metales y muy importantes en el denominado control oxidativo
Aprovechando la hormesis en nuestro día a día
Llegados a este punto, podemos extrapolar y aprovechar todo el conocimiento cosechado en torno a este fenómeno para mejorar nuestra salud.
Ahora que sabemos que “la exposición repetida a un estresor particular favorece la evolución de mecanismos que suprimen una reacción de estrés en todo el organismo y, en cambio, activan respuestas específicas de estrés”, podemos aprovecharlo a nuestro favor.
Como hemos visto, aspectos como el frío o el calor, el ejercicio o la restricción alimentaria pueden activar esas modificaciones positivas en nuestro organismo, por lo que salir de nuestra zona de control y exponernos de manera moderada y con cabeza a los mismos, puede hacernos “más fuertes”.
Frío, Wim Hof y hormesis
Pensemos en el frío. Nos hemos acostumbrado a “luchar” contra él, ya que lo solemos vincular a fenómenos de enfermedad como la gripe o el resfriado. Sin embargo, pocos son los que ven en el frío a un aliado y en la adaptación al mismo como algo interesante y positivo. Sin embargo no hay duda, lo es.
Seguro que alguno de los que estáis leyendo estas líneas conocéis a Wim Hof y su famoso método. Este holandés de 63 años (a la redacción del artículo) es la muestra perfecta de las posibilidades de la hormesis en el corto plazo. Mediante sus técnicas de respiración, control mental y exposición al frío, ha puesto de relieve que se pueden lograr mejoras en la calidad del sueño, el sistema inmunitario, el rendimiento deportivo o el control de la ansiedad, entre otros.
Dejo por aquí un vídeo explicativo de los principios básicos de este método para los interesados.
Y del frío podemos pasar al calor. Y como ejemplo la sauna. Numerosos han sido los estudios publicados acerca de los beneficios del uso controlado de la sauna, los cuales han llegado incluso a ser equiparados con los de la actividad física de moderada intensidad.
Tanto es así, que hoy día sabemos que el uso repetido de la sauna aclimata el cuerpo al calor y optimiza la respuesta del cuerpo a exposiciones futuras a través de fenómenos fisiológicos de compensación, los cuales están vinculados a las denominadas proteínas de choque térmico, a la activación de antioxidantes celulares o la elevación conjunta de las interleuquinas 6 y 10 con un efecto antiinflamatorio.
Además, como indicaba anteriormente, muchos de los efectos son similares a los detectados en estudios relacionados con los ejercicios de intensidad moderada y alta, por lo que muchos expertos proponen que la sauna sea una alternativa al ejercicio aeróbico para las personas que no pueden realizar actividad física debido a enfermedades crónicas o limitaciones físicas.
Conclusiones
Si bien como expuse en el apartado específico sobre el estrés, del cual te recomiendo mucho su lectura, el mantenerlo de manera continuada puede provocar graves efectos en nuestra salud, hemos visto a lo largo de este artículo como las exposiciones controladas a distintos estresores pueden tener beneficios muy positivos en nuestro organismo.
Y es que la hormesis se presenta como un área de investigación más que interesante tanto en el presente como en el futuro. De hecho, ya existen investigaciones donde se busca provocar situaciones de estrés al genoma humano a través del acortamiento de telómeros, para así inducir una respuesta hormética como es el caso de este estudio.
Por todo ello, mi recomendación es salir de nuestra zona de confort y aprovechar en positivo todas las posibilidades que nos da nuestro ambiente, ya sea mediante la práctica física, la exposición controlada al frío o al calor, etc.
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