Definiendo el estrés
El estrés, como han defendido numerosos autores a lo largo de las últimas décadas, hay que entenderlo como “una amenaza aguda para la homeostasis del cuerpo humano” (concepto del que te hablo en profundidad en un artículo dedicado al mismo).
Siendo así, la exposición a dicho estrés puede generar diversos tipos de respuestas adaptativas, muchas de ellas negativas para el natural estado del organismo (aunque no en todos los casos, como demuestra el concepto de hormesis, que desgranamos también en otro apartado de la web).
No obstante, los tipos de estrés a los que puede verse sometido el ser humano desde un punto de vista teórico son numerosos: amoroso, familiar, laboral, académico, oxidativo…
En nuestro caso, nos centraremos en este listado, dejando de lado otros tipos menos comunes.
El eje intestino-cerebro, estrés y problemas gastrointestinales
Ya en el año 2001, Söderholm y Perdue presentaban una revisión centrada en los hallazgos relacionados con los efectos del estrés en la función de barrera de la mucosa en el intestino delgado y el colon.
Posteriormente, en 2005, Bhatia y Tandon exponían como el estrés podría suponer un factor de gran impacto para el tracto gastrointestinal, provocando en el mismo, efectos tanto a corto como a largo plazo.
Pero además de ello, y dejando patente la importancia de la visión holística del ser humano, detallaban el impacto del estrés en el eje intestino-cerebro, mediado por la hormona corticotropina.
Enfermedades gastrointestinales asociadas al estrés
Según los mencionados y otros estudios, entre los principales efectos del estrés en la fisiología intestinal se incluyen:
- Alteraciones en la motilidad gastrointestinal.
- Cambios en la secreción gastrointestinal.
- Aumento de la permeabilidad intestinal.
- Efectos negativos sobre la capacidad regenerativa de la mucosa gastrointestinal y el flujo sanguíneo de la misma.
- Efectos negativos sobre la microbiota intestinal.
- Dolor visceral o abdominal.
- Diarrea.
- Estreñimiento.
Y todos estos factores, de manera individual o interrelacionada entre sí, unidos a esa sobreexposición al estrés, son factor de riesgo y desencadenantes de enfermedades como:
- Enfermedad inflamatoria intestinal.
- Síndrome de intestino irritable.
- Úlcera péptica.
- Enfermedad por reflujo gastroesofágico.
- Además, de manera indirecta, se relaciona con la ansiedad y diversos trastornos depresivos.
En todo este proceso, los mastocitos, unas de las principales células reguladoras de los procesos inflamatorios (y también alérgicos) liberarán una amplia gama de neurotransmisores y citocinas proinflamatorias, hecho que, alargado en el tiempo, puede tener enormes efectos negativos sobre la homeostasis intestinal.
El efecto mediador de la melatonina
En el apartado positivo se encontrarían los hallazgos sobre la melatonina como mediador importante del eje intestino-cerebro, ya que tendría un papel vital por sus efectos protectores contra lesiones inducidas por estrés en el tracto gastrointestinal.
Este es un ejemplo más de que el ser humano es un todo, y que tanto la alimentación, como la calidad del sueño, la actividad física y las relaciones sociales son fundamentales para un buen estado de salud, o lo que es lo mismo, para lograr la homeostasis.
El exceso de estrés inducido por el ejercicio y sus efectos perjudiciales
En los últimos años, la investigación sobre el estrés inducido por el ejercicio se ha intensificado, sobre todo por el impacto del mismo en la generación de citocinas proinflamatorias, la modificación en el equilibrio intestinal, el bajo rendimiento, los trastornos gastrointestinales y la ansiedad (e incluso depresión).
Estudios con ratones han encontrado que el exceso de ejercicio propicia una inflamación a nivel intestinal, así como un aumento de bacterias perjudiciales como las Ruminococcus gnavus, Butyrivibrio spp., Oscillospira spp. y Coprococcus spp. (el concepto «spp.» equivale a «todas las especies de bacterias pertenecientes a ese género»).
OTS (overtraining sindrome) o síndrome de sobreentramiento
Todo lo indicado en el apartado anterior está ligado a lo que los científicos han denominado como síndrome de sobreentrenamiento, el cual conlleva un proceso inflamatorio sistémico, con efectos sobre el eje neurohormonal y que afecta la inmunología y el estado de ánimo.
Sea como fuere, parece que el estrés físico producido por un exceso de actividad, también genera cambios negativos en la eubiosis microbiana.
El estrés oxidativo y el eje intestino-cerebro
Otra línea de investigación muy actual se centra en el impacto del denominado estrés oxidativo y su relación con el eje intestino-cerebro y con todas las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson.
El concepto de estrés oxidativo, introducido a nivel científico en 1985, pero revisado y actualizado, hace referencia al “desequilibrio entre oxidantes y antioxidantes a favor de los oxidantes, que conduce a una interrupción de la señalización y el control redox, además de daño molecular”.
Este concepto, está íntimamente ligado a otros como el de los radicales libres (que pueden tener efectos tóxicos, pero también beneficiosos) y los ROS o especies reactivas de oxígeno, unas moléculas con una potente capacidad oxidante.
Si bien los radicales libres, en este caso los ROS, pueden participar en procesos positivos para el organismo (como el crecimiento de las células progenitoras del hipocampo o la plasticidad sináptica), de manera habitual estarán involucrados en procesos adversos interconectados entre sí, como la inflamación, la respuesta inmune y la apoptosis (muerte celular).
El estrés oxidativo y problemas en el Sistema Nervioso central (SNC)
De manera muy resumida, podemos decir que el estrés oxidativo mediado por las ROS, de manera bidireccional, provoca diversos problemas en el SNC.
Por una parte, las especies reactivas de oxígeno pueden provocar cambios en los lípidos y dañar el ADN, ARN y otras proteínas o mediar negativamente en los procesos de señalización celular. Y por otra, el propio organismo, en este caso a nivel cerebral, será un gran productor de ROS.
Siendo así, el estrés oxidativo ha sido indicado como factor de riesgo de diversas enfermedades crónicas del cerebro como, por ejemplo:
- Esclerosis lateral amiotrófica (ELA)
- Depresión
- Alzheimer
- Parkinson
- Distintos tipos de lesiones cerebrales
- Accidentes cerebrovasculares
Por su parte, el papel de la microbiota en este tipo de patologías cada vez está tomando más interés, teorizando sobre su posible contribución al desarrollo de las enfermedades neurodegenerativas, sobre todo en los casos de disbiosis, aunque dicha disbiosis podría ser consecuencia del propio desarrollo de las patologías. Es un campo con muchas incógnitas a día de hoy.
La microglía
Finalmente, quiero destacar otro concepto que centra el interés de muchas investigaciones, la microglía.
La microglía está formada por los fagocitos residentes del sistema inmunológico innato en el sistema nervioso central (SNC), los cuales son los primeros en responder a procesos de neuroinflamación o daño y su relación directa e indirecta, con la microbiota intestinal, suscita aún muchas dudas.
Tenemos que bajar un marcha
En resumen, el efecto del estrés en nuestro organismo es mucho mayor de lo que históricamente se nos ha hecho ver. Parece que es normal vivir en ambientes estresantes y esto no debería ser así, ya que las implicaciones para la salud pueden ser muy importantes.
Por todo ello, espero con ansia a los resultados de investigaciones venideras que puedan dar luz a los temas expuestos en este artículo y otros relacionados con el estrés y que ello permita concienciar a la población de la importancia de controlar ese apartado de nuestra vida.
Bibliografía
- Bhatia, V., & Tandon, R. K. (2005). Stress and the gastrointestinal tract. Journal of gastroenterology and hepatology, 20(3), 332–339. https://doi.org/10.1111/j.1440-1746.2004.03508.x
- Clark, A., & Mach, N. (2016). Exercise-induced stress behavior, gut-microbiota-brain axis and diet: a systematic review for athletes. Journal of the International Society of Sports Nutrition, 13, 43. https://doi.org/10.1186/s12970-016-0155-6
- Dumitrescu, L., Popescu-Olaru, I., Cozma, L., Tulbă, D., Hinescu, M. E., Ceafalan, L. C., Gherghiceanu, M., & Popescu, B. O. (2018). Oxidative Stress and the Microbiota-Gut-Brain Axis. Oxidative medicine and cellular longevity, 2018, 2406594. https://doi.org/10.1155/2018/2406594
- Konturek, P. C., Brzozowski, T., & Konturek, S. J. (2011). Stress and the gut: pathophysiology, clinical consequences, diagnostic approach and treatment options. Journal of physiology and pharmacology : an official journal of the Polish Physiological Society, 62(6), 591–599.
- Kreher, J. B., & Schwartz, J. B. (2012). Overtraining syndrome: a practical guide. Sports health, 4(2), 128–138. https://doi.org/10.1177/1941738111434406
- Madore, C., Yin, Z., Leibowitz, J., & Butovsky, O. (2020). Microglia, Lifestyle Stress, and Neurodegeneration. Immunity, 52(2), 222–240. https://doi.org/10.1016/j.immuni.2019.12.003
- Moloney, R. D., Johnson, A. C., O’Mahony, S. M., Dinan, T. G., Greenwood-Van Meerveld, B., & Cryan, J. F. (2016). Stress and the Microbiota-Gut-Brain Axis in Visceral Pain: Relevance to Irritable Bowel Syndrome. CNS neuroscience & therapeutics, 22(2), 102–117. https://doi.org/10.1111/cns.12490
- Sies H. (2015). Oxidative stress: a concept in redox biology and medicine. Redox biology, 4, 180–183. https://doi.org/10.1016/j.redox.2015.01.002
- Söderholm, J. D., & Perdue, M. H. (2001). Stress and gastrointestinal tract. II. Stress and intestinal barrier function. American journal of physiology. Gastrointestinal and liver physiology, 280(1), G7–G13. https://doi.org/