Los microorganismos siempre estuvieron presentes en la historia de la humanidad, aunque no pudiesen ser vistos. Es más, como ya sabemos muchos de ellos cumplen funciones esenciales en el ser humano e, incluso, pueden ser parte importante de nuestra evolución tal y como te expliqué en el apartado de la teoría de la evolución hologenómica.
A pesar de ello, la visión de la mayoría de las personas al hablar de bacterias o virus (por citar algunos de estos seres microscópicos) es esencialmente patogénica (que casusa enfermedad) y es probable que tardemos décadas en cambiar esa forma de entender nuestra relación con ellos.
Hoy intento dar una explicación al hecho de por qué, como sociedad, etiquetamos a los microorganismos de dañinos sin plantearnos otras opciones, llegando incluso a ser reticentes a todo el conocimiento que va aportando el estudio del microbioma humano.
Breve historia de la microbiología
Cuando hablamos de microbiología, lo hacemos de la ciencia que estudia a los seres vivos que no pueden ser vistos a través del ojo humano. Esta, a su vez, se puede subdividir en otras ramas como la bacteriología o la virología, pero para lo que nos ocupa en el día de hoy nos basta con entender la evolución de la rama madre de esta ciencia biológica.
Diversos autores defienden la existencia de cuatro periodos claramente marcados en la historia de la microbiología, a los que yo añadiré un quinto.
Primer periodo: desde la antigüedad hasta la invención del microscopio
Hablamos de la época en la cual no existía tecnología ni mecanismo alguno para detectar a estos “pequeños seres”.
Los debates filosóficos, religiosos y científicos sobre el origen de las enfermedades marcan el paradigma en ese entonces, atribuyéndose en muchos casos, a causas sobrenaturales, la existencia de dichos problemas de salud.
El siglo XVII cambiaría el rumbo de la humanidad con la llegada de la microscopía.
Segundo periodo: invención del microscopio y primeras observaciones
Si bien no existe un consenso sobre la invención del microscopio, si que es claro en cuanto al descubrimiento de los microorganismos.
Aproximadamente entre 1674 y 1675, el comerciante neerlandés y apasionado de la óptica y la microscopía Antony van Leeuwenhoek sería el primer ser humano en ver a los microorganismos, en este caso protozoos en el agua dulce de un lago cercano a su lugar de residencia.
En las décadas sucesivas, el impacto de los descubrimientos de Van Leeuwenhoek fue mayor en la nobleza que en la ciencia como tal, ya que las observaciones a través del microscopio se convirtieron en uno de los pasatiempos preferidos de los más pudientes.
No obstante, el interés de la Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural y también de la Academia de las Ciencias de París sobre estos logros en biología, era creciente, marcándose así el inicio de lo que hoy conocemos como microbiología.
Cabe destacar también que hablamos de una época en la que la abiogénesis más conocida como la teoría de la generación espontánea cobra auge nuevamente. Esta teoría promulgaba que podía surgir vida a partir de materia inerte, orgánica o una combinación de ambas.
Ante los nuevos descubrimientos de estos seres microscópicos se avivaba la llama, al desconocerse por completo cómo, por qué y de dónde habían surgido. Y si bien algunos científicos pusieron sobre la mesa datos que desacreditaban esta teoría, no fue hasta la siguiente etapa, de la que pasamos a hablar, cuando definitivamente se descartó la abiogénesis.
Tercer periodo: inicio del cultivo de microorganismos – finales del s. XIX
En esta etapa deslumbran al mundo dos figuras, principalmente. Louis Pasteur y Robert Koch.
Los experimentos de Louis Pasteur, que entre otras cosas sirven para descartar definitivamente la teoría de la generación espontánea, marcan un antes y un después en la disciplina. Tanto es así, que sus procedimientos de control térmico de los microorganismos han llegado hasta nuestros días. Hablo, obviamente, de la pasteurización, tan utilizada en la industria alimentaria.
Además de ello, su trabajo sentó las bases para la lucha contra distintas enfermedades como la rabia, la gripe, la peste, la poliomielitis, la difteria, la tuberculosis, la fiebre amarilla o el tétanos.
Por su parte, Robert Koch fue el precursor (no inventor) de los métodos de cultivo puro de microorganismos, que fructificarían en 1882 cuando el médico alemán Walter Hesse introdujo el agar-agar como nuevo agente solidificante, solventando en gran medida los problemas de cultivo de estos seres vivos existentes hasta la fecha.
Además de lo dicho, se atribuye a Koch el romper con el paradigma pleomorfista de los microorganismos. Para entendernos, hasta entonces se pensaba que estos seres tenían la capacidad de alterar su morfología o funciones y de ahí que se descubrieran distintas formas de ellos. Koch propondría la existencia de distintas especies en el mundo bacteriano.
En el caso de Koch, su trabajo permitió en años sucesivos mejorar la lucha contra distintas enfermedades como el tifus, la neumonía, la gonorrea, la sífilis o la peste pulmonar, entre otras.
Además de Pasteur y Koch, Petri, un ayudante de este último, sobresaldría en el sector de los cultivos al crear las archiconocidas placas de Petri, un sustituto de cristal de las hasta entonces engorrosas bandejas de vidrio.
Sin embargo, otros dos científicos cuya visión de los microorganismos pudo cambiar el sino de la historia, quedaron relegados a papeles secundarios en el ámbito de la microbiología en este época. HablodeSergei Winogradsky y Martinus Beijerinck.
Beijerinck, microbiólogo y botánico holandés y uno de los padres de la virología y Winogradsky, microbiólogo y ecólogo ruso, entendían que la microbiología debería estudiar el papel de los microbios en el interacción con los distintos tipos de materia en el planeta. Estos investigadores, especialmente Winogradsky, promulgaron ideas tan interesantes como:
- “Muchos microorganismos del suelo han sido aislados y cultivados en cultivo puro, pero no se ha estudiado su papel real en la naturaleza ni sus interacciones colaborativas o competitivas”.
- “Las condiciones de cultivo puro en un entorno artificial nunca son comparables a las de un entorno natural”.
De todo ello se desprende que para estudiar los cambios en poblaciones naturales complejas, debemos estudiar esas poblaciones in situ o lo más cerca posible del entorno natural, repleto de interacciones simbióticas, mutualistas, de competencia, de parasitismo…
Tanto es así, que Sergei Winogradsky terminó desarrollando lo que actualmente conocemos como «Columna Winogradsky», un método que sirve para estudiar cómo un gran variedad de bacterias fototróficas, quimiotróficas, autótrofas y heterótrofas interactúan en la naturaleza para metabolizar compuestos orgánicos y azufrados.
Cuarto periodo: el siglo XX, la tecnología impulsa la microbiología
En esta etapa, el ser humano ya es capaz de estudiar a los microorganismos de una manera mucho más profunda, que abarca su bioquímica, fisiología, genética…
De esta capacidad y conocimiento nacen nuevas disciplinas como la virología o la inmunología, por citar algunas.
Quinto periodo: el microbioma humano y las ciencias ómicas
Desde mi punto de vista, la llegada del interés por la microbiota humana y el surgimiento de muchas de las denominadas ciencias ómicas en las últimas décadas son la génesis de una etapa diferente a la anterior.
Este periodo que estamos viviendo está marcado por el descubrimiento de nuevos microorganismos y moléculas, así como la visión simbionte de los seres vivos.
Ahora, muchos de los microorganismos no son vistos desde un punto de vista científico como patógenos, sino esencialmente como simbiontes o mutualistas, es decir, conviven con los seres humanos (y resto de seres vivos) en relaciones donde ninguna de las partes sale perjudicada.
Ejemplo de ello son las innumerables funciones que cumple la microbiota intestinal en nuestra salud y todas las que quedan aún por descubrir. Si quieres ahondar en ese tema te recomiendo el artículo dedicado a ello en la web.
No obstante, sigue prevaleciendo una percepción social negativa sobre los microorganismos, así como un desconocimiento generalizado de la existencia del microbioma humano y su impacto en la salud.
¿Podía haber evolucionado la microbiología con una visión menos patogénica?
Ahora que sabemos de la importancia de los microorganismos para el ser humano y el resto de seres vivos, podemos teorizar sobre si esta disciplina científica, de haberse impuesto la visión de conjunto de Winogradsky y Beijerinck basada en las comunidades microbianas y en la asociación con animales y plantas, en lugar el enfoque patogénico de Pasteur y Koch, podría haber evolucionado de una manera diferente.
Ciertamente lo veo cuasi imposible. Como ya indiqué anteriormente, los descubrimientos de Pasteur y Koch ayudaron en la lucha contra decenas de enfermedades como la peste, la gripe, la sífilis o la neumonía, las cuales se cobraban centenares de miles de vidas a lo largo de cada década. Obviamente esa era una prioridad para el ser humano a escala global.
Además de ello, a nivel educativo nos han transmitido esa misma idea de generación en generación. La historia está llena de muertes causadas por organismos microscópicos.
Si a este hecho le unimos la parte económica, ya que la industria en torno a dichas enfermedades comenzaba a florecer, el hecho de buscar en los microorganismos otros efectos que no fueran patogénicos parece casi magufo.
Por todo ello, tristemente hemos tenido que esperar al siglo XXI para empezar a cambiar la concepción que tenemos de estos seres microscópicos que tanto nos han ayudado y nos siguen ayudando.
Con eso no quiero decir que haya que verlos únicamente desde una perspectiva simbiótica y positiva, pero sí comenzar a cambiar la mentalidad sobre su potencial para nuestra salud.
Ejemplo perfecto de ello es la fagoterapia, de la que hablaré largo y tendido próximamente. Esta técnica consiste en utilizar a los bacteriófagos, un tipo de virus que infecta y mata a bacterias concretas, para eso mismo, destruir a un microorganismo que está siendo problemático para la salud. Muchos lo ven como una alternativa que mejora a los antibióticos. Lo analizaremos en profundidad.
Por todo ello, no me queda más que alentaros a conocer en profundidad el potencial de los seres microscópicos para nuestra salud y no esperar a que la industria sea la que aliente este hecho a base de fármacos o suplementos.
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