En los últimos años nos hemos acostumbrado a escuchar hablar sobre los ácidos grasos de cadena corta y su influencia positiva en el ser humano.
Estas sustancias son el principal metabolito generado por las bacterias intestinales al fermentar carbohidratos y, en menor medida, proteínas.
En este contexto, el butirato, propionato y acetato están siendo objeto de amplio estudio, sin embargo, existe un tipo de ácidos grasos infinitamente menos conocido y cuyo potencial para modular los aspectos de salud y enfermedad es todavía controvertido.
Hablo de los ácidos grasos ramificados.
¿Qué son los ácidos grasos ramificados?
Los ácidos grasos ramificados (BCFA por sus siglas en inglés), entre los que destacan el isobutirato y el isovalerato (o ácido isovalérico y ácido isobutírico), son producidos por la microbiota intestinal a partir de aminoácidos de cadena ramificada, aunque también se pueden ingerir a través de la dieta, por ejemplo con carne de ternera o productos lácteos.
Los BCFA, por tanto, son el resultado de la degradación bacteriana de las proteínas y la fermentación, principalmente de aminoácidos de cadena ramificada como la valina, la leucina e isoleucina. Y el hecho de que sean derivados de las proteínas genera un debate importante.
Según algunos autores, se estima que alrededor de 6-18 g de proteína llegan al intestino grueso diariamente, la mayoría procedente de la dieta, siendo una pequeña proporción de origen endógeno. En un contexto como el actual, dónde las dietas bajas en carbohidratos se están popularizando, los problemas de mala absorción de proteínas pueden elevarse, potenciando así esa fermentación colónica proteica.
El problema reside en que no está claro hasta qué punto los productos secundarios de esos procesos fermentativos pueden afectarnos negativamente, así como se sabe poco sobre los efectos de los ácidos grasos ramificados en nuestro organismo.
Este hecho se amplifica porque, además, encontramos posibles efectos tanto positivos como negativos en la literatura.
¿Qué efectos pueden tener los ácidos grasos ramificados sobre nuestra salud?
Como indicaba, las incógnitas en torno a estos metabolitos son muchas.
Por una parte, parece que este tipo de ácidos grasos se pueden oxidar cuando no se dispone de butirato, lo que sería algo positivo, al igual que el hecho de poder disminuir la cantidad de Interleucina 8 en estados proinflamatorios.
Sin embargo, estos BCFA se han propuesto como marcadores de fermentación proteica en el colon, tradicionalmente asociados a la producción de otros productos perjudiciales y por lo tanto considerados como dañinos para el epitelio colónico. Ahondemos en este punto.
Amoniaco y otras sustancias potencialmente dañinas
Ese exceso de proteínas (y otros péptidos) pueden llegar al intestino grueso, donde serán metabolizados por la microbiota a través de dos vías:
- Proteólisis: por la microbiota intestinal y, en menor medida, por las proteasas pancreáticas como la elastasa, tripsina y quimotripsina.
- Fermentación: produciendo sustancias como el hidrógeno, metano, dióxido de carbono, ácidos grasos de cadena corta y ácidos grasos de cadena ramificada. Pero también amoníaco, aminas y compuestos fenólicos e indólicos y aquí reside la gran controversia.
Algunos autores consideran que los metabolitos nitrogenados de la degradación de proteínas y la fermentación de aminoácidos, como aminas, fenoles o amoníaco, tienen efectos tóxicos sobre los colonocitos e inducen a un estado inflamatorio.

Además, algunos de estos productos están implicados en enfermedades, incluido el cáncer colorrectal, mientras que otros, como las poliaminas dietéticas, desempeñan un papel importante en la fisiología de las células de la mucosa del intestino delgado y el desarrollo del sistema inmunitario.
No obstante, diversos estudios defienden que la clave no estará tanto en los propios metabolitos, como en la concentración de los mismos, así como la capacidad de desintoxicación por el epitelio colónico y de absorción/excreción del intestino grueso.
Asimismo, hay que destacar que nuestra microbiota intestinal alberga, por norma general, muchas especies productoras de aminas que incluyen Bifidobacterium, Clostridium, Lactobacillus, Escherichia o Klebsiella. Por ello, parece desacertado pensar que estos productos puedan tener un efecto esencial o exclusivamente negativo para nosotros.
Por todo ello parece que puede existir un equilibrio en el que tengamos una correcta gestión de la fermentación de las proteínas y la detoxificación de los componentes que puedan ser perjudiciales.
Otros efectos negativos de estos metabolitos
Además de lo indicado, otros resultados que añaden leña al fuego de la incertidumbre sobre los ácidos grasos ramificados son:
- Estudios metabolómicos en muestras fecales humanas muestran que el ácido isovalérico aumenta en pacientes obesos en comparación con los delgados.
- Otros que el ácido isobutírico es mayor en pacientes con esteatosis hepática en comparación con controles sanos.
- Y además se ha encontrado que tanto el ácido isobutírico como el ácido isovalérico aumentan en pacientes con hipercolesterolemia.
- Por otro lado, se considera que los aminoácidos de cadena ramificada, los precursores de BCFA, desempeñan un papel en la resistencia a la insulina, lo que podría indicar un efecto potencialmente negativo en la salud metabólica.
Por todo ello, hay que ser cautos con todo lo concerniente a los ácidos grasos de cadena ramificada y esperar a que haya una masa importante de estudios que aclaren su potencial.
No obstante, un dato que puede sorprender a la mayoría es que estos BCFA se han estudiado principalmente en recién nacidos. Te lo cuento.
Ácidos grasos de cadena ramificada y vérnix caseosa
SI bien la evidencia sobre los efectos fisiológicos de los BCFA en el intestino de los adultos es bastante limitada, en el contexto del intestino neonatal sí que encontramos algo más de información.
Y es que los ácidos grasos de cadena ramificada son un componente importante de la nutrición de los fetos humanos tardíos, ya que son ingeridos como componentes de la vérnix caseosa, esa capa cerosa blanca exclusiva de los humanos. Se estima que esta contiene aproximadamente un 30 % de BCFA del total de ácidos grasos.
Algunos estudios estiman que solo alrededor del 10 % de los BCFA ingeridos por el feto aparecen en el meconio, el material de desecho que se acumula en el recto durante la gestación y que normalmente se libera solo en el momento del nacimiento. Por ello, parece que en torno al 90% de los BCFA ingeridos “desaparecen” en el tracto gastrointestinal neonatal en desarrollo, por lo que podrían jugar un papel importante en la salud del mismo.
Además, estudios en ratas han determinado que estos ácidos grasos de cadena ramificada reducen la incidencia de enterocolitis necrosante.
En definitiva, nos encontramos ante una de esas apasionantes sub-áreas relacionadas con la microbiota humana dónde sigue habiendo más dudas que certezas.
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