El viroma, el conjunto de virus que habitan nuestro cuerpo, (especialmente los bacteriófagos que coexisten con la microbiota bacteriana) ha recibido hasta ahora muy poca atención en comparación con el estudio que se ha hecho acerca de las bacterias.
Sin embargo, datos recientes sugieren que estas poblaciones virales pueden jugar un papel tan clave como las propias bacterias en la modulación de la salud y el comportamiento.
Aun hoy desconocemos gran parte de su magnitud y funcionamiento: la mayoría de los estudios sobre microbiota se centran únicamente en las bacterias, obviando que los virus (y en particular los bacteriófagos) actúan como reguladores indirectos de la comunidad bacteriana y, por ende, de la interacción de la microbiota con el resto del organismo.
Por ello en este artículo te voy a exponer por qué el viroma humano merece un lugar prioritario en la investigación biomédica, apoyado en un estudio pionero publicado en Nature Microbiology que demuestra la influencia del viroma intestinal en la respuesta al estrés.
El viroma humano: un “mundo oculto” aún inexplorado
Cuando pensamos en la microbiota intestinal, casi siempre evocamos bacterias beneficiosas o patógenas, fermentación de fibras o producción de metabolitos como los ácidos grasos de cadena corta.
Sin embargo, a su alrededor existe un universo de virus que infectan, modifican y filtran esas mismas bacterias. Este “viroma” se compone de miles de especies distintas, la gran mayoría todavía sin clasificar.
Pese a su larga coexistencia en el microbioma humano, el viroma ha sido difícil de estudiar por varias razones:
- Tamaño y complejidad genética: Los genomas virales suelen ser muy diversos y fragmentados, lo que complica su ensamblaje y clasificación mediante metagenómica.
- Falta de referencias completas: Mientras existen librerías relativamente amplias de bacterias para compararlas con secuencias de 16S rRNA, las bases de datos virales crecen más lentamente y no suelen contener información detallada.
- Confusión con secuencias derivadas del huésped: Muchas veces las lecturas virales se descartan al considerarlas “ruido” en análisis que buscan exclusivamente bacterias o arqueas. Como ha pasado históricamente con el genoma humano, no es que no sea nada, es que no sabemos ver de qué se trata.
Por tanto, el viroma ha permanecido como una “materia oscura” de la microbiota: sabemos que está ahí y que es muy abundante pero desconocemos gran parte de sus características.
¿Más virus que bacterias en nuestro organismo?
De hecho, y nos detenemos brevemente aquí, hay que indicar que a pesar de que es habitual escuchar hablar sobre que las bacterias son el tipo de microorganismo más abundante, lo cierto es que a nivel intestinal la proporción bacterias-virus ronda el 1:1 y en otras zonas podríamos tener más viroma que bacterioma.
En este artículo denominado «The human gut virome: a multifaceted majority» puedes ahondar en ello, si gustas.
Dicho esto, lo cierto es que aún no comprendemos en detalle cómo su variación (en especies, abundancias o dinámicas poblacionales) afecta la fisiología humana ni, menos aún, cómo puede modificarse para mejorar la salud.
En este sentido bacteriófagos como los de la clase Caudoviricetes y otros taxones no asignados (grupos de virus que aún no han sido clasificados en categorías definidas) parecen ejercer un papel fundamental modulando comunidades bacterianas clave para la producción de metabolitos con impacto a nivel neurológico o inmunitario.
Además, dado que cada individuo alberga un viroma muy personal (incluso más único que su propio bacterioma), estos virus podrían convertirse en herramientas de diagnóstico y en dianas selectivas para terapias personalizadas basadas en “phage therapy” (terapia con bacteriófagos).
Y como indicaba al inicio, un reciente estudio (realizado en ratones, es sí) aporta evidencias sólidas de la importancia del viroma para la respuesta al estrés, abriendo así la puerta a nuevos enfoques en biomedicina. Veamos sus principales implicaciones.
Viroma intestinal, ratones y estrés social crónico
El trabajo de Ritz y colaboradores (2024) investigó el papel del viroma intestinal en ratones sometidos a estrés social crónico, mostrando que no solo las bacterias, sino también los bacteriófagos, modulaban respuestas de comportamiento e inmunológicas.
Y lo cierto es que los resultados fueron contundentes:
- Protección conductual: Los ratones estresados que recibieron el viroma “pre-estrés” exhibieron significativamente menos conductas de evitación social y desesperanza que los estresados sin trasplante .
- Reducción de la inflamación: El trasplante de viroma normalizó los niveles de IL-6 (Interleucina-6) y TNF-α (factor de necrosis tumoral alfa) en sangre, que se habían elevado en el grupo estresado sin tratamiento viral.
- Restablecimiento de la comunidad bacteriana: La introducción de virus “pre-estrés” revirtió, al menos parcialmente, las pérdidas de diversidad bacteriana y la disminución de especies clave observadas en el grupo estresado puro, evidenciando el papel de los bacteriófagos como moduladores indirectos del bacterioma.
- Atención en la amígdala: En esa región cerebral, el trasplante viral atenuó la expresión de genes del eje hipotalámico y redujo la síntesis de CRH (hormona liberadora de corticotropina), sugiriendo que el viroma puede influir de manera remota sobre circuitos neurológicos implicados en la respuesta al estrés .
Implicaciones para la salud humana
Y aunque este estudio se realizó en ratones, sus conclusiones abren varias líneas de investigación con aplicación potencial en humanos, principalmente relacionados con la fagoterapia.
Pero personalmente creo que sobresale nuevamente la idea de que nuestro conocimiento sobre el microbioma humano es aún muy limitado.
Bibliografía principal
- Ritz NL, et al. The gut virome is associated with stress-induced changes in behaviour and immune responses in mice. Nature Microbiology 9, 359–376 (2024).
- Ogilvie, L. A., & Jones, B. V. (2015). The human gut virome: A multifaceted majority. Frontiers in Microbiology, 6, 918. https://doi.org/10.3389/fmicb.2015.00918