Con defensores y detractores, beneficios y contraindicaciones, lo cierto es que los partos en agua han ido ganando adeptos en las últimas décadas.
A favor, aspectos como la relajación, el alivio del dolor o el ser una experiencia más cercana que la de un parto hospitalario, por indicar algunos.
Las contraindicaciones, en su caso, están principalmente asociadas al tipo de parto y estado de la madre o del feto.
Sea como fuere, la idea que propongo en el día de hoy es independiente de la opinión que se pueda tener acerca de este método de alumbramiento. Y es que, entendiendo que es una práctica que no parece se vaya a abandonar, podría beneficiarse de todo el conocimiento que la ciencia vaya aportando sobre el microbioma humano.
En este sentido, ya sabemos de la importancia del parto natural para la evolución del sistema inmunológico de los recién nacidos. Al pasar por el canal del parto, los bebés son colonizados por los microorganismos de la microbiota vaginal de la madre. Es de tal importancia para la salud futura del niño este hecho, que en muchos hospitales ya se ha instaurado un protocolo para que los bebés nacidos de parto por cesárea, reciban parte de esos microorganismos a través de gasas impregnadas con la microbiota vaginal de su progenitora.
¿Veremos partos en agua probiótica en el futuro?
Pues bien, partiendo de esta idea, teorizo con que quizá en un futuro podamos asistir a la incorporación de probióticos al agua de parto en un intento de potenciar esa primera colonización de los bebés. Por tanto, hablaríamos de partos en agua probiótica.
Obviamente esta es una idea extraña e inexplorada, por muchos motivos, pero quien sabe si los avances científicos y médicos fomenten la misma en el futuro.
El tiempo dirá.