Aunque ha sido en la última década cuando ha cobrado especial relevancia a nivel científico y, en menor medida, a nivel social, el papel de los disruptores endocrinos se lleva estudiando desde la década de 1940.
¿Qué son los disruptores endocrinos?
En palabras de la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU., la definición de disruptor endocrino es “un agente que interfiere con la síntesis, secreción, transporte, unión o eliminación de hormonas naturales en el cuerpo que son responsables del mantenimiento de la homeostasis, la reproducción, el desarrollo y/o el comportamiento”.
De manera más coloquial podemos decir que son sustancias químicas no presentes de manera natural en el organismo, que tienen efectos adversos para la salud de un ser humano o de su descendencia, como consecuencia de cambios en la función endocrina y hormonal. Por ello, además de por el término disruptor endocrino, son conocidos como disruptores hormonales.
Los destacados en la siguiente imagen son todos los sistemas endocrinos del organismo.
Estos disruptores modifican los valores hormonales y, con ello, se convierten en factor de riesgo de patologías asociadas. Un ejemplo de ello es la disfunción tiroidea como consecuencia de las sustancias químicas adquiridas a través de los alimentos.
Son, desde mi punto de vista, tan relevantes, que entiendo que el trabajo de intentar evitar la exposición a estos químicos es uno de los pilares fundamentales de la salud, junto a la nutrición o la actividad física (con las que tienen íntima relación).
Tipos de disruptores endocrinos
Si bien existen diversas clasificaciones, si quisiéramos crear una lista de los disruptores endocrinos existentes, me parece la de mayor sencillez aquella que distingue entre los naturalmente presentes en nuestro planeta y los sintetizados por el hombre, como se propuso en la primera declaración de la Endocrine Society, en el año 2009.
- Entre los químicos naturales podemos encontrar, por ejemplo, los fitoestrógenos como la genisteína o el cumestrol. Y por raro que parezca, su consumo es más frecuente de lo que se pudiera pensar, ya que forman parte de algunas leches de fórmula para lactantes, por ejemplo.
- Entre los disruptores sintetizados tenemos:
- Disolventes y lubricantes industriales y sus subproductos (dioxinas, bifenilos…).
- Plásticos
- Plaguicidas
- Funguicidas
- Diversas sustancias utilizadas en el ámbito farmacéutico como el dietilbestrol y medicamentos con efectos secundarios como el naproxeno, el metoprolol o el clofibrato.
- Otros productos secundarios de procesos industriales y domésticos como los hidrocarburos aromáticos policíclicos, formados a partir de la combustión de materia orgánica. Un ejemplo: los que se generan al realizar carnes a la parrilla.
Segunda declaración de la Endocrine Society sobre disruptores hormonales
A destacar, que en una posterior declaración de la Endocrine Society de 2015, se exponía que los disruptores endocrinos más estudiados y con mayor evidencia científica son:
- Bisfenol A: cuya capacidad estrogénica se conoce desde 1936. Es el químico más producido del mundo. Se utiliza ampliamente para el envasado en alimentación y revestimiento de alimentos y bebidas enlatadas, así como en juguetes, por ejemplo.
- Ftalatos: plastificantes líquidos que se encuentran en una amplia gama de productos, incluidos plásticos, revestimientos o cosméticos.
- Atrazina: herbicida utilizado para el control de las malas hierbas en cultivos como el maíz, el sorgo o la caña de azúcar.
- Bifenilos policlorados y éteres difenílicos polibromados: productos químicos industriales utilizados en pinturas o tintas, por ejemplo, cuya capacidad de bioacumularse en el tejido adiposo corporal es muy grande. Se prohibieron las primeras versiones de este tipo de compuestos pero se siguen produciendo y utilizando en la industria textil o tapicera.
- DDT y DDE: insecticidas que se han asociado con enfermedades endocrinas como tumores testiculares, cáncer de endometrio, cáncer de páncreas, diabetes mellitus tipo 2 o cáncer de mama. Fueron prohibidos en 1972.
Problemas más comunes relacionados con los disruptores endocrinos
Existe una amplísima lista de patologías relacionadas con los disruptores hormonales. Pasamos a destacar algunas:
- Obesidad (ambos sexos)
- Diabetes mellitus (ambos sexos)
- Enfermedades cardiovasculares (ambos sexos)
- Reproducción femenina y masculina
- Malformaciones urogenitales (hombre)
- Calidad seminal (hombre)
- Cáncer de mama (mujer)
- Precocidad en el desarrollo sexual (mujer)
- Endometriosis (mujer)
- Cáncer de próstata (hombre)
- Disfunción tiroidea (ambos)
- Desarrollo neuroconductual (ambos)
- Diabetes y obesidad (ambos)
Como curiosidad, destacar que ya se están realizando estudios que intentan medir el impacto de los disruptores endocrinos en la microbiota, aunque este es un campo en el que hay muchísimas más incógnitas que certezas.
Algunos ejemplos de cambios legislativos (tardíos) relacionados con los disruptores endocrinos en España
Que la legislación es insuficiente para intentar controlar el problema de la disrupción endocrina es un hecho. Tanto es así, que incluso con evidencia científica en mano y asesorados por expertos a escala internacional como el Catedrático de la Universidad de Granada Nicolás Olea, los gestores públicos en materia sanitaria han sido incapaces de entender la importancia del problema y, por ende, de afrontarlo.
Podemos destacar algunos ejemplos relacionados con productos con policarbonatos y polímeros de Bisfenol A retirados del mercado español en los últimos años:
Biberones de policarbonatos y BPA (2011)
Su prohibición llegó en el año 2011 tras demostrarse lo dañino que es este químico en el organismo. El problema es que sigue utilizándose en otros productos, como hemos visto anteriormente.
Latas de conserva con recubrimiento interior epoxi (2018)
Con múltiples estudios que certifican la contaminación del líquido de cobertura por el Bisfenol A presente en la resina epoxi del recubrimiento de los enlatados desde el año 1995, el Gobierno de España prohibió en el año 2018 el uso de ese tipo de recubrimiento, pero solo para productos orientados a menores de 3 años, por lo que seguimos expuestos en el resto de conservas.
Tardaron, con evidencia científica en mano, 23 años en prohibir ese tipo de cobertura plástica, nada más y nada menos.
Tickets térmicos de caja (2020)
Diversos estudios científicos han demostrado que hay absorción dérmica del BPA presente en la tinta de los tickets térmicos.
Debido a la certeza de que todas las cajeras de supermercado tienen una exposición muy grande al BPA, ya en 2013 Francia eliminó el papel térmico con este compuesto en su país.
El 1 de enero de 2020 entró en vigor en España. 7 años después.
Estos son solo algunos de los múltiples ejemplos existentes que nos deben hacer reflexionar sobre nuestro papel, a nivel individual, en intentar evitar la exposición a estos compuestos. Más adelante daré algunas ideas que podemos incorporar a nuestro día a día.
El efecto coctel o efecto combinado en la disrupción endocrina
Este es, sin duda, uno de los puntos clave en la problemática de los disruptores endocrinos.
La legislación vigente sitúa topes máximos de estos compuestos a distintos niveles industriales, pero en ningún caso se trata la manera en la que la unión de varios de esos compuestos, de manera simultánea, puede tener un efecto en nuestra salud.
Podemos plantearnos, por ejemplo, cómo interaccionan los bifenilos policlorados que hemos visto que se depositan en tejido adiposo con los metales pesados procedentes de nuestro estilo de vida, más los disruptores presentes en algunos medicamentos y, finalmente, los pesticidas o funguicidas que pueden llegar a nosotros a través de los alimentos.
Es imposible saberlo, pero el hecho de que existan unos máximos permitidos que llegan de una manera u otra al ser humano, no asegura la inocuidad.
¿Cómo prevenir la exposición a disruptores endocrinos en nuestro día a día?
Si bien todo lo comentado hasta ahora puede resultar un poco abrumador, lo cierto es que algunos de los cambios que podemos realizar, para intentar paliar el impacto de los disruptores hormonales en nuestro organismo, son sencillos de llevar a cabo y los tenemos a nuestro alcance. Estos son:
- Filtrar el agua del grifo bien con una jarra o con un filtro de ósmosis inversa.
- El agua del grifo puede contener plomo y cobre procedente de las tuberías antiguas, o cadmio, que se emplea en las tuberías de PVC. También aluminio utilizado para evitar la turbidez.
- No calentar nunca en recipientes de plástico ni tener tapas plásticas para el microondas.
- No reutilizar recipientes, ni botellas, ni cubertería de plástico…
- Cambiar los tuppers de plástico por tuppers de vidrio.
- Utilizar geles “zero” sin parabenos ni químicos varios.
- Disminuir el uso de maquillajes, perfumes…, y si se puede, optar por opciones orgánicas.
- Evitar el uso de papel de aluminio y otros utensilios de aluminio.
- Aspirar y no barrer en casa.
Otras recomendaciones
- Mover poco a poco nuestra alimentación hacia una ecológica, sobre todo en hortalizas y verduras.
- Lavaremos y pelaremos las frutas siempre.
- No fumar.
- Exponerse lo mínimo posible a la polución ambiental.
- No excedernos en el consumo de pescado azul de gran tamaño (atún, emperador…) por su exceso de mercurio.
- Evitar desodorantes con aluminio y en spray (por sus formaldehidos).
- Evitar y/o eliminar amalgamas dentales que contengan plata.
- Tomar la menor cantidad de aditivos alimentarios posible.
- Utilizar sartenes y ollas sin PTFE (politetrafluoroetileno) ni PFOA (ácido perfluorooctanoico). Vendrá indicado por el fabricante.
- Evitar el uso excesivo de antiácidos, ya que contienen aluminio.
Estos son algunos de los cambios que podemos llevar a cabo de manera más o menos sencilla en nuestro día a día. Asimismo, nuestra alimentación puede ayudarnos a dar un paso más en este sentido, como paso a detallar a continuación.
¿Cómo favorecer la expulsión de toxinas de nuestro organismo a través de la dieta y el estilo de vida?
De nuevo, múltiples son las formas en las que podemos poner nuestro granito de arena para evitar el impacto que los disruptores endocrinos tienen en nuestro organismo, como, por ejemplo:
- Permitiendo un correcto trabajo del hígado, el gran depurador del organismo.
- Limitando el consumo de alcohol, uso de fármacos…
- Favoreciendo también el trabajo de los riñones.
- No olvidar mantener una buena hidratación diariamente, por ejemplo.
- Activando la sudoración mediante el ejercicio físico o las sesiones de sauna.
- Será importante tener un buen tránsito y salud intestinal. El intestino es otro de los grandes órganos depuradores de nuestro cuerpo.
- Potenciando la eliminación de toxinas a través de los pulmones.
- Mediante la actividad física.
- Con ejercicios específicos de respiración.
Además, en la dieta hay alimentos que nos van a favorecer la expulsión de estos disruptores.
- Alimentos ricos en clorofila, componente que tiene una gran acción quelante.
- Espinaca, espirulina, cilantro, perejil…
- Alimentos ricos en azufre que favorecen el trabajo del hígado.
- Brécol, coliflor, huevos, aguacates o cebollas rojas.
- Alimentos que favorecen la generación del glutatión, el gran antioxidante del organismo.
- De nuevo los alimentos ricos en azufre, la cúrcuma, el ajo, el romero o la canela.
Prevención y «principio de precaución»
El principio de precaución, término acuñado por Raffensperger y Tickner en 1999, hace referencia a que “cuando una actividad representa una amenaza o un daño para la salud humana o el medio ambiente, hay que tomar medidas de precaución incluso cuando la relación causa-efecto no haya podido demostrarse científicamente de forma concluyente”. Exactamente lo que pasa con los disruptores endocrinos y, especialmente, con su efecto combinado, cuyo estudio tiene una complejidad tan alta que es inabordable.
Ese principio de precaución es el que debería modular nuestra vida, tanto por parte de los legisladores como por el nuestro propio. Sin embargo, la falta de conocimiento en profundidad de este tema por ambas partes hace, en mi opinión, que a fecha de hoy estemos desprotegidos y que los efectos perjudiciales continúen en aumento en los próximos años y de manera inexorable.
Sin duda, es complicado marcar la línea divisoria en un fenómeno tan complejo como este. No obstante y como nota positiva, también se trabaja a escala tecnológica para mejorar los mecanismos de detección e identificación de los disruptores endocrinos, lo cual es un paso adelante para el abordaje de este problema de escala global.
Reflexionemos: las recomendaciones generales de la Endocrine Society (ya en 2015)
Un aspecto que nos puede invitar a la reflexión es el de valorar si algo ha cambiado desde el año 2015 hasta hoy, en cuanto al impacto de las recomendaciones que realizaba este organismo internacional sobre aspectos relacionados con el abordaje de la problemática de los disruptores endocrinos. Algunas de estas ideas eran:
- Formar al público, medios de comunicación, políticos y agencias gubernamentales sobre la manera de mantener a los disruptores endocrinos lejos de los alimentos, el agua o el aire y de esa manera proteger a las personas, en especial, a los niños.
- Potenciar el desarrollo de “químicos ecológicos” que ayuden a sustituir a los actuales y potencialmente peligrosos.
- Reconocer a nivel político que estamos ante un problema internacional.
- Enfatizar en la necesidad de prevención haciendo gala del principio de precaución.
La realidad es que poco ha cambiado el panorama de la disrupción endocrina en estos aspectos. Lo que sí que se ha modificado son las tasas de enfermos con problemas oncológicos, alergias, intolerancias, infertilidad…, para mal, por supuesto.
¿Es para asustarse?
Quizá no, pero al menos es para tenerlo muy en cuenta en nuestra vida y evitar en la medida de lo posible la exposición a los disruptores endocrinos.
Que cada cual saque sus propias conclusiones sobre el potencial que tienen los mismos de influir en la posible llegada de patologías en un futuro, pero lo cierto es que son un problema real.
No veo mejor manera de despedir este artículo que citando nuevamente al prolífico Nicolás Olea Serrano, que merece, sin lugar a dudas, una mención especial por su fantástica labor investigadora y divulgadora en el campo de la disrupción endocrina.
Un ejemplo de ello, es su participación en un reciente estudio de agosto de 2021 denominado “Exposición al bisfenol-A y riesgo de cáncer de mama y próstata en el estudio de Investigación Prospectiva Europea sobre Cáncer y Nutrición de España”.
Así que, como decía, creo que no hay mejor cierre para este apartado que un vídeo divulgativo del profesor Olea sobre disrupción endocrina, en este caso, en la alimentación.
Resumen de las ideas más importantes del artículo
¿Qué es un disruptor endocrino?
Es una sustancia química no presente de manera natural en el organismo, que tienen efectos adversos para la salud de un ser humano o de su descendencia, como consecuencia de cambios en la función endocrina y hormonal.
¿Dónde se encuentran los disruptores endocrinos?
Normalmente hablamos de disruptores endocrinos sintetizados por el hombre como las dioxinas, bifenilos, funguicidas, plaguicidas, compuestos de medicamentos o metabolitos secundarios de los procesos industriales, pero también hay químicos naturales que pueden alterar la función endocrina como los fitoestrógenos, por ejemplo.
¿Qué productos contienen disruptores endocrinos?
Multitud de productos de nuestro entorno contienen disruptores endocrinos como los disolventes y lubricantes industriales, plásticos, medicamentos, funguicidas, plaguicidas y una gran cantidad de productos alimentarios vinculados a estos que acabamos de citar.
¿Qué hacen los disruptores endocrinos?
Al interferir en la función endocrina y generar desequilibrios hormonales, los disruptores endocrinos están asociados con numerosas patologías como: la obesidad, la diabetes mellitus, las enfermedades cardiovasculares, la fertilidad, el cáncer de mama o de próstata, la disfunción tiroidea o la endometriosis, entre otras.
¿Cómo evitar los disruptores endocrinos?
Podemos intentar paliar el contacto con los disruptores endocrinos con acciones fáciles de incorporar a nuestra vida como filtrar el agua del grifo por ósmosis inversa, no calentar nunca en recipientes de plástico ni reutilizar botellas de plástico o utilizar geles y champús “zero” sin parabenos ni otros químicos, por ejemplo.
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