En los últimos años ha cobrado fuerza la idea de que la salud mental está estrechamente vinculada con la salud intestinal, a través del denominado eje intestino-cerebro.
La microbiota intestinal (el conjunto de microorganismos que habitan en nuestro tracto digestivo) influye en distintas funciones neurofisiológicas clave: desde la maduración del sistema inmunitario hasta la regulación del estado de ánimo, el sueño y el comportamiento emocional.
En este contexto han surgido los psicobióticos, un concepto innovador que señala el potencial de ciertos probióticos (y otros moduladores de la microbiota) para mejorar la salud mental.
En este artículo revisamos qué son los psicobióticos, qué evidencia científica respalda su uso, cuáles son sus posibles mecanismos de acción, qué beneficios se les atribuyen y en qué áreas se están utilizando actualmente.
Y teniendo en cuenta que en un futuro no tan lejano, la inteligencia artificial provocará un crisis existencial en gran parte de los seres humanos…, parece tener muchísimo futuro.
¿Qué son los psicobióticos? Definición y diferencias con otros probióticos
El término psicobiótico fue introducido en 2013 por el psiquiatra Ted Dinan y colegas, definiéndolo originalmente como “un organismo vivo que, al ser ingerido en cantidad adecuada, produce un beneficio en la salud de pacientes con alguna enfermedad psiquiátrica”.
En términos sencillos, los psicobióticos son un subtipo de probiótico con efectos positivos específicos sobre la salud mental.
Esta definición los distingue de los probióticos convencionales, cuyos beneficios se han asociado tradicionalmente a la salud digestiva, inmunológica u otros ámbitos.
De hecho, dentro de la comunidad científica se suele reservar el término psicobiótico para aquellos probióticos capaces de influir positivamente en trastornos psiquiátricos. Es decir, todo psicobiótico es un probiótico, pero no todo probiótico califica como psicobiótico, sino solo aquellos con evidencias de impacto en el cerebro y la conducta.
De forma clásica los probióticos se definen como “microorganismos vivos que, administrados en cantidades adecuadas, confieren un beneficio a la salud del huésped”.
Entre los más comunes están bacterias de los géneros Lactobacillus y Bifidobacterium, presentes en alimentos fermentados como yogur, kéfir o chucrut, o disponibles en suplementos.
Los psicobióticos encajan en esta definición general, pero orientados a mejoras en el eje microbiota-intestino-cerebro.
No obstante, algunas propuestas recientes incluso amplían el concepto. Se plantea incluir bajo “psicobiótico” no solo microorganismos vivos, sino también otras intervenciones que modulan la microbiota y generan efectos beneficiosos en la mente (por ejemplo, prebióticos, determinados simbióticos o incluso dietas especializadas).
Sin embargo, la definición más aceptada sigue centrándose en microorganismos específicos.
En resumen, los psicobióticos son esencialmente probióticos destinados a mejorar la salud mental, diferenciándose de otros probióticos por su objetivo terapéutico en el ámbito psicológico o neurológico.
Evidencia actual sobre el impacto de los psicobióticos en la salud mental y el eje intestino-cerebro
La conexión intestino-cerebro ya no es una mera hipótesis; numerosos estudios preclínicos y clínicos han mostrado asociaciones entre alteraciones de la microbiota intestinal y diversas condiciones psiquiátricas.
Por ejemplo, se han observado diferencias en la composición de la microbiota de pacientes con depresión mayor, ansiedad, autismo o esquizofrenia respecto a individuos sanos.
Estos hallazgos han impulsado la búsqueda de intervenciones que, modulando la microbiota intestinal, logren efectos beneficiosos en la mente.
Aquí es donde entran los psicobióticos: investigaciones recientes sugieren resultados prometedores con ciertos probióticos que parecen mejorar síntomas de depresión, ansiedad y estrés.
Mecanismos de acción
Los psicobióticos pueden actuar a través de tres mecanismos principales:
- Neural: estimulación del nervio vago y del sistema nervioso entérico, generando señales al sistema nervioso central.
- Inmunológico: reducción de la inflamación sistémica, fortalecimiento de la barrera intestinal y aumento de citoquinas antiinflamatorias.
- Metabólico y neuroquímico: producción de neurotransmisores como el GABA o la serotonina, y metabolitos como los ácidos grasos de cadena corta (AGCC) que modulan la función cerebral.
¿Qué podemos esperar a corto plazo?
Actualmente se comercializan psicobióticos como complementos para mejorar el estado de ánimo y el sueño, pero la investigación futura apunta a:
- Identificar cepas específicas eficaces para cada condición.
- Personalizar tratamientos según la microbiota del paciente.
- Integrar enfoques dietéticos y estilo de vida como “dietas psicobióticas”.
- Explorar nuevas cepas y metabolitos con acción psicobiótica (postbióticos).
Estaremos atentos a todo ello.
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